lunes, 19 de enero de 2009
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Jorge Arias |
Restuccia. "Con el mismo tema del indio pudo ir más allá del grito inicial".
Era un grito, ni elegíaco ni de denuncia; pero los ojos empezaron a abrirse. Era una obra incómoda: lejos de darnos la razón, nos cuestionaba.
Somos los herederos de Rivera, el amigo traidor, el que recibe dinero para deportar a los indios a la Patagonia, pero que, en el camino encuentra que la muerte, como siempre, es la "solución final" del "problema" indio y la que, no es coincidencia, daba más frutos. Somos sus herederos, pero no repudiamos su herencia. Uno de los departamentos del Uruguay todavía lleva su nombre, que es también el de la ciudad capital. En Montevideo tenemos la Avenida y el parque Fructuoso Rivera. Cada uno de estos nombres es un escupitajo sobre las tumbas de los indios.
Han pasado casi treinta años. Toda la actualización de la pieza es decir que los indios fueron los primeros desaparecidos; que en esta versión se incorpora un monitor de televisión y una computadora, un trío de rock en vivo y dos actores "porque eso es lo que el público oye hoy, no oye el mensaje del teatro convencional...La obra es para los jóvenes de hoy, y por supuesto público en general..." Esperábamos más.
Encontramos una justificación suficiente para este reestreno; y varias reprobaciones. "Salsipuedes", además de cuestionarnos y no darnos paz, tiene el mérito de poner a la historia sobre las tablas; y lo hizo Restuccia no sólo en "Salsipuedes", sino en "La capataza" y en "Asesinato de un presidente uruguayo". Todo esto es muy refrescante, en el anémico, por intemporal, teatro uruguayo de hoy, donde la frase "No nos concierne" parece ser el lema, pero es una confesión, porque, como escribió George Steiner, "Los hombres son cómplices de lo que los deja indiferentes". Es un deber incumplido, porque la pobreza no se vencerá desde la pobreza, reducida a la impotencia, que ya hace mucho con subsistir. Como observó con sutil ironía Oscar Wilde en "El alma del hombre bajo el socialismo", justificando la necesidad de los agitadores sociales y prefigurando (o sugiriendo) una idea que desarrolló Lenin, "...la esclavitud fue derrotada en América, no a consecuencia de ninguna acción por parte de los esclavos, sino por la conducta, groseramente ilegal, de ciertos agitadores de Boston y alrededores, que ni eran esclavos ni tenían nada que ver en el asunto".
Restuccia nos devuelve con "Salsipuedes" todas estas convicciones, todas estas frases tan bellas como felices, escritas cuando se aliaban la idea con el arte. Pone una corona de flores en las tumbas de los indios, y es un gesto elocuente. Pero eso es todo. Hemos seguido a través de los años la carrera de Alberto Restuccia. Nos consideramos amigos. Lo queremos. Lo admiramos. Pero el crítico, cuando escribe su columna, debe la verdad al público: no tiene amigos, familia, patria. En esta ocasión el crítico y el amigo se preguntan, como en el episodio final de "Peer Gynt" ¿eso es todo? ¿sólo tiene peladuras la cebolla? Hemos visto sus espectáculos de café concert, su reestreno de "Haciendo Capote", por ejemplo. Es el mismo, se ha sido fiel; pero no es del todo él mismo... ni se ha sido del todo fiel. Suponemos que los "Monólogos del pene" deben ser ingeniosos, punzantes, hasta eruditos. Iremos a verlos. Pero no creemos que lo mejor que puede hacer Alberto Restuccia es "remasterizar" "Salsipuedes". Con el mismo tema del indio pudo ir más allá del grito inicial, que resonaba muy fuerte porque salíamos de una dictadura, donde hubo muchos indios muertos y muchos más torturados. El exterminio de los indígenas no es un fenómeno uruguayo: en lo que es hoy Brasil los indios eran unos nueve millones, que paulatinamente fueron reducidos a unos 240.000 hoy, y en la Argentina ocurrió algo parecido, pero mediante expediciones militares.
Un episodio nos resultó inquietante. Restuccia presenta en "Salsipuedes" fragmentos del filme "Cuando es preciso ser hombre" intercalados con escenas donde, al parecer, varios hombres se autoestimulan (Soledad Márquez nos corrigió; no escribimos "masturban"). El tema del filme, aunque trata de indios, ocurre en Estados Unidos, y no nos vemos representados por Candice Bergen, No comprendemos bien qué quiere decir ese fragmento, salvo que se tratare de una sutil, tal vez no involuntaria, autocrítica.